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Emergencia climática: el planeta exige una transformación en nuestro sistema alimentario
Madrid, 03 de mayo de 2023
La sequía y la escasez de agua se están convirtiendo en el estandarte político en la campaña electoral de unas elecciones que están a la vuelta de la esquina. Pero, la emergencia climática está más allá de las subvenciones y del discurso político, es un hecho del que alertaba hace ya dos años el ministro de consumo Alberto Garzón cuando habló de la necesidad de reducir la producción y consumo de productos animales como medida para frenar la crisis climática.
La ciencia lleva alertándonos mucho tiempo sobre el colapso climático. Recientemente la revista científica Nature Climate Change, ha publicado un estudio que revela que los alimentos que producen más metano -carne, lácteos y arroz- nos llevarán a romper el objetivo internacional con un aumento del 1,5 ºC a finales de siglo si no le ponemos freno.
Medidas políticas de fácil implementación para crear un sistema alimentario sostenible
La compra pública de alimentos vegetales, las políticas que fomenten -y no restrinjan- la industria vegetal, la inversión en investigación e innovación de productos proteicos alternativos, la reducción o al menos la paridad en el IVA de los alimentos vegetales y los incentivos a agricultores para que hagan una transición para sustituir la producción de carne y lácteos por alternativas de origen vegetal, son algunas de las medidas urgentes para evitar el colapso climático, según ha declarado la organización de conciencia alimentaria ProVeg International.
La ciencia exige un cambio en el sistema alimentario
Cada vez hay más estudios científicos que apuntan a la necesidad de pasar a una alimentación basada en plantas. El estudio de la Universidad de Bonn publicado en 2022 afirmaba que los países ricos tendrán que reducir su consumo de carne hasta un 75 % para cumplir los objetivos climáticos internacionales y evitar el colapso de los ecosistemas.
Un sistema alimentario más basado en plantas como solución para alimentar a la creciente población mundial
Según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), reducir la producción de carne, que consume muchos recursos, nos ayudará a alimentar a los 10.000 millones de personas que se espera que vivan en nuestro planeta en el año 2050.
Así como usar las extensiones de cultivo para la producción de alimentos exclusivamente para el consumo humano en lugar de la producción de pienso o biocombustibles, podría alimentar a 4.000 millones de personas más.
Este último estudio dirigido por Catherine Ivanovich, de la Universidad de Columbia (Nueva York), elabora nuevas previsiones sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, GEI, derivadas de la producción de alimentos. Según el mismo, la mayoría de las GEI provienen de tres fuentes principales: carne de animales, como reses, ovejas y cabras, lácteos y arroz. Cada una de ellas representa al menos el 19 % de la contribución al calentamiento del planeta, siendo la carne, con un 33 %, la más perjudicial.
Todos esos alimentos emiten grandes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernadero con un poder de calentamiento 80 veces mayor al dióxido de carbono. Los investigadores calculan que este gas representará el 75 % de la porción alimentaria del calentamiento global para el año 2030, mientras que buena parte del resto será por dióxido de carbono y óxido nitroso.
Según un informe de la Alianza Mundial para el Futuro de la Alimentación, se necesitarán entre 300.000 y 350.000 millones de dólares anuales para transformar nuestros sistemas alimentarios, mientras que en la actualidad se gastan 528.000 millones de dólares públicos en prácticas agrícolas que pueden tener efectos perjudiciales para el medio ambiente y el clima.
“No podemos seguir ignorando la necesidad de transformar significativamente el sistema alimentario para garantizar un futuro más sostenible para todos. La buena noticia es que ya existen soluciones para reducir el consumo de carne y lácteos fomentando una alimentación flexitariana”, declaró Jasmijn de Boo, Vicepresidenta de ProVeg International.
Desde ProVeg España, inciden en la necesidad de incentivar el descenso del consumo de carne desde diferentes puntos:
- Poner fin a las subvenciones de las campañas de promoción de consumo de carne y lácteos de origen animal. Campañas como #LetsTalkAboutPork o #HazteVaquero, se han llevado millones de euros para promover el consumo de carne roja y procesada que ya se consumen por encima de las recomendaciones sanitarias y de sostenibilidad.
- Impuesto de carbono. Un IVA que refleje el impacto medioambiental de cada producto. A mayor huella, mayor IVA. Así, habría que reducir el IVA de alternativas vegetales y subir el de carne y lácteos de origen animal.
- Mejora de las guías nutricionales. Estas deben de reflejar el concepto de “dieta planetaria” y priorizar el consumo de proteína vegetal frente a la animal. Un ejemplo a seguir sería la guía alimentaria de Canadá. Debemos defender que las dietas vegetales son 100% saludables.
- Las instituciones públicas deben reflejar el compromiso de reducción de consumo de carne. Opciones plant-based en todos los comedores de instituciones públicas, reducción de la cantidad de carne servida, menús plant-based por defecto en los eventos oficiales para predicar con el ejemplo, etc.
- Etiquetado que ayude a las personas a elegir opciones más sostenibles y saludables. Un etiquetado que refleje el impacto medioambiental de la producción de cada alimento (eco-score).
- Inversión en desarrollo de alternativas plant-based y cultivadas. Tenemos empresas maravillosas creando la alimentación del futuro. Apostar por la proteína alternativa es necesario y urgente.
- Fin de las subvenciones a la ganadería industrial. El dinero de la PAC debe destinarse a la transformación de producciones y cultivos, no a seguir subvencionando el sacrificio de millones de animales y el ecocidio. España debe dejar de ser el establo de Europa y China.
- Establecer objetivos concretos de reducción de consumo de carne en las NDCS. Igual que existe para la transición energética y el desperdicio de comida, deben concretarse objetivos específicos para la transformación proteica.
- Dejar de poner trabas al crecimiento de las alternativas plant-based y proteger el etiquetado de las mismas. No puede ser que sigamos perdiendo tiempo argumentando si una hamburguesa vegetal se puede o no llamar hamburguesa.
- Campañas de promoción de una dieta planetaria, que apueste por cereales completos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, semillas y otras fuentes de proteína vegetal, además de reducir a mínimos el consumo de productos animales.